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Las personas siempre condenan las palabras de otro igual a ellos. Si la víctima dice: un giro de 360 grados, inmediatamente brincan los reclamos. Inundan la mente del culpable con frases trilladas. Lo rebajan a su nivel, porque es más fácil. Imagina dar el siguiente paso y subir un escalón, y que esa desconfianza ponga en evidencia tu verdadero yo y ¡pum! de vuelta a tu altura.

Me gusta el nombre de Rick para esta historia. Él nunca se fue, siempre estuvo ahí, en una incubadora, sin las ganas de salir y demostrar que detrás de él existe una historia complicada, sin desarrollo y por supuesto, sin un final predecible.

Estar en incubación no significa echar la hueva. Al contrario, como se expresa una parte de su significado, ha habido un desarrollo interesante del ser mismo.

La otra vez buscaba una palabra que había perdido, pero ahora, con el calor de un whisky regresó a mi mente: ocio.

Y es que el ocio es el primo de un vaivén.

Rick siempre estuvo ahí, pero su ocio fue mayor todo este tiempo. Aprendió y hasta la fecha no se siente listo para salir. Pero lleva presente algo muy perturbador pero a la vez tranquilizante: le emociona mucho el futuro, en demasía, pero al mismo el miedo se apodera de él. Siente que está en una posición indicada, como cuando el peón está a una casilla de convertirse en reina y dar una giro de ¿180? ¿360 grados? Nadie es apto para juzgar una expresión de tal magnitud.

En algún momento intentaron desviarlo de su camino. En algún momento lo permitió y casi perdió su verdadera esencia y por un tiempo estuvo bien, pero el estar incubado le permitió jamás olvidar de dónde venía.

«Extraño esas noche de vino tinto y palabras» decía Rick. Se encerraba con una botella barata, la misma que en la actualidad sabe que podría hacer pasar por una bebida fina entre los llamados sumiller. Ya no recuerda si casi a diario salía un cuento verdadero o cada semana. La verdad no importaba, solo la experiencia de encerrarse en una habitación, conocer el mundo a través de una bebida embriagante y una conexión de internet. ¡Oh qué días de gloria!

Ahora es whisky. Ahora hay una pizca más de educación, de conocimiento musical, experiencias y amor. Los tiempos cambiaron y dieron un giro de ¿180? ¿360 grados? Nadie es apto para juzgar una expresión de tal magnitud.

Rick se frota los ojos. El futuro es ahora. Tuvo un primer vaivén en su vida y espera que no vuelva a ocurrir. Él sabe a dónde pertenece. Ya otros han estado ahí y por un tiempo estuvo bien.

Le emociona pero a la vez le aterra empatar canciones. Seguir escribiendo cuentos que nadie lee. Disfrutar noches solitarias a 25 o 250 watts. Si un día quiere, puede impactar la mente y el cuerpo de 100 almas con tan solo unas llamadas. Tiene el don de saber qué poner en el momento adecuado. Rick sabe que la filosofía es relativa. Cada quien actúa de acuerdo a cómo le va en la vida.

Le emociona pero a la vez le aterra escribir, leer y viajar.

Por ahora es Groove Armada con David Lynch en una licuadora. Sírvase bien frío en una vaso con whisky y  el resultado es alentador. La cosquilla interior sigue presente por el momento. Hay mucho material en un vaivén personal. Más de 500 palabras en un vaso con pasaporte a otro lado.

Hay miedos más intensos, de los cuáles Rick aún no se anima a hablar. Denle tiempo, quizá un poco más del que estuvieron esperando en todos estos años.

HBD

Estaba en mi casa y unos amigos decían que había una luz en el cuarto. Yo no les creí y abrí la puerta. Ahí estaba ella llorando mientras hablaba con una de mis tías. Me emocioné al verla y luego recordé que ya estaba muerta. Sabía que todo era un sueño y no quería que terminara.
Ella se me acercó y abrió sus brazos. Su mirada estaba llena de luz. Yo la abracé y me solté en llanto.
– Te extraño muchísimo – le dije.
Su abrazo se sintió tan real que me dolió saber que era un sueño.
A pesar de ser casi tres años agradezco que vengas a verme y me hayas dado un abrazo de cumpleaños.
Te amo, mamita.

WET WEED

Todos lo sabemos.

Ella

Entré al cuarto y allí estaba ella. Le di una taza con arroz con leche pero ella no tenía las fuerzas para sostenerla. Le dije que no se preocupara.

Me senté junto a ella y tomé la cuchara. Le comencé a dar en la boca, cucharada tras cucharada. Ella lo saboreaba porque sabía que quizá podría ser el último. Yo quería que estuviese lo más cómoda posible.

– ¿Quieres algo más?

– No hijo, está bien. Voy a dormir un ratito.

Le encendí la televisión y la programé para que se apagara en treinta minutos. Saqué a los gatos de la habitación y cerré la puerta.

Me quedé en la sala en silencio; solo. No quería hacer nada más hasta que ella estuviese bien. No quería hacer nada más para no despertarla.

Eso ocurrió días antes de su última noche. Un sábado nocturno, mientras todos estaban de fiesta yo me quedé con ella en su larga agonía. Escuchaba su acelerada respiración hasta que fue disminuyendo. Estábamos rodeados en tinieblas pero jamás le solté la mano. Ella ya no podía beber ni siquiera agua, así que deslizaba refrescantes gotas con un gotero por la comisura de sus labios que ya los tenía resecos.

Pero lo que más me marcó y se grabó en mi cabeza fue su respiración. Jadeaba, sufría. ¡Ya no más, por favor! ¡Dios, no la hagas sufrir más!

Lloré en silencio junto a ella. Sobaba su mano para que supiera que estaba ahí; que no la iba a abandonar durante su transición. En la madrugada, antes de amanecer puse una mezcla de música que años antes había hecho y que a ella le gustaba. Quería que recordara y sonriera, aunque sea mentalmente, por los buenos momentos de su vida. No sé si lo hizo.

La respiración ya era casi inaudible pero en mi cabeza hacía eco. ¿Dónde están todos? ¿El resto de la familia dónde está? ¿Por qué estoy aquí solo con ella? Los odié.

En la mañana del domingo ella se fue y yo no pude llorar como quería. El velorio fue una pinche broma, una farsa.

Ahora que han pasado casi dos años sigo en el mismo lugar pero con su ausencia. Me las he arreglado como puedo pero a veces resulta difícil. En ocasiones deseo haberme ido con ella y ser olvidado para que no me juzguen, porque ni siquiera me conocen completamente.

Ya me estoy cansando de esto. Sonreír y aparentar es un trabajo agotador. Y nadie tiene el derecho a llamarme un mentiroso, sobretodo por que no se imaginan lo que viví. No se lo deseo a nadie. Me emputa tener que agüantar esas acusaciones.

Pero lo que más duele es que aún así, todavía quiero apoyar y estar acompañando a las personas que me importan, aunque ellas no tengan la delicadeza de preguntar: ¿Cómo estás?

No estoy bien, gracias.

Y así seguir día tras día…

Pleasure (I)

Caminé tres pasos y lo vi. Me oculté en la esquina y él siguió derecho. Miré a ambos lados de la calle; ningún coche pasaba. ¡Es el momento! Uno, dos, tres y brinco. Llegué al otro lado desapercibido. ¿Es este el final? Entró al edificio y yo hice lo mismo. Yo por las escaleras; él por el elevador. Llegamos al mismo tiempo.

– Buenas tardes.

– Buen día.

Entró al 402. ¡Lo sabía! Ahí está mi vodka y mi maleta. Salí por la ventana del pasillo y me escabullí por la terraza. Tomé la .45 que guardaba en mi pantalón y entré.

– ¿Quién es usted?

– ¿ Quién eres tú? Vengo por la maleta… y mi vodka.

– ¿Lo envía Nastasha?

Nastasha es la clase de mujer que uno sólo tiene una oportunidad en toda su vida para tenerla. Yo lo logré hace dos años, cuando una noche de juerga en Madrid tuve el placer de conocerla. Vestía un blanco vestido cortísimo. Lucía sus largas y blancas piernas y se contoneaba con la música electrónica. Su espalda al descubierto que mostraba notas musicales que formaban un pájaro en pleno vuelo. La melodía de la libertad.

Me le acerqué con una bebida y ella lo aceptó. No recuerdo si fue ron o vodka, aunque seguramente por su descendencia rusa fue esta última.

Bebimos y bailamos, luego salimos rumbo a su hotel y allí fue mía. Yo transpiré y ella suspiró. Desatamos pasión y calentura hasta el punto en que el gerente fue a callarnos. ¡Envidiosos! Nunca tuvieron la oportunidad de estar con una verdadera mujer. Una que te haga renunciar a tu propio mundo por una noche. Que te hace olvidar lo que eres para fusionarte a ella. Rasguños, gemidos, mordidas. La noche. Mi noche.

Eso fue en Madrid y era feliz. Ahora le apunto a un hombre con una .45 y con la esperanza de tener que dispararla. Me recordó a Nastasha y mi dolor. Merece morir.

– ¿Conoces a Nastasha?

– Ella me contrató.

– La muy perra…

ALICE

AVISO.- El título sólo puede ser leído. Jamás debe pronunciarse su nombre. (Historia inspirada en la canción «Alice» de Paté de Fuá)

Parecía que estaba borracho / Pero no era así / Solo el silencio, la oscuridad y mi dulce cigarro me acompañaban esa velada / No tenía ni puta idea de lo que iba a escribir esa noche tan calurosa / Odio no poder dormir, me resultan largas desveladas / Me sentí lleno de tristeza y me limité a suspirar / Jamás derramo lágrimas por nada ni por nadie / No merecen algo mejor.

Le di una calada al cigarrillo y contuve largo rato el humo de tabaco / Después lo solté y pensé que todo esto son pendejadas / Patético diría yo.

Miré la hoja, blanca como la vida de muchos y vacía cómo las ideas de mi cabeza / ¿Vale la pena? Sí. Lo vale.

Un murmullo resonó en mis oídos y me di cuenta que después de tanto tiempo ya era hora de hablar de ella / Ya nadie más me inspira por ahora.

Alice se hace llamar / No estoy muy seguro de ello / Ella es un fantasma y se dedica a inspirar / Ya lo hizo en una melodía y ahora lo hace en una historia / La gente la ignora, pero pocos la recuerdan / A pesar de no existir realmente, está ahí cuando nadie más lo está.

Me levanté de mi lugar y la vi / Yo no le tengo miedo / Al contrario, he llegado a amarla / La he amado tanto como a Lucía / Sepan que guardo muchísimo cariño / Lucía y yo no debimos habernos dejado.

Tengo preguntas digo yo ¿Quién eres en verdad? / La dulce joven reflejó tranquilidad que he estado esperando durante mucho tiempo / Soy lo que tú quieras que sea respondió / Mis piernas temblaron y me dejé vencer / Ya sabía la respuesta a mi parecer / No es más que su aparición y nada más / Para inspirar y nada más / ¡Oh, sí! Eres algo más que yo / Tu presencia permanece en una melodía / Pero ahora me acompañas en una historia más / Existes y tienes vida / Más que en todas mis salidas.

Adelante entonces / Pido esta noche y nada más / Tu sola presencia me tranquiliza / Hace calor y por lo tanto no hay necesidad de abrazarnos / Solo déjame mirarte / Déjame disfrutar tu compañía y llenar de inspiración estas dulces palabras.

Cerré los ojos y ahí estaba tu imagen / Vayámonos de aquí por un instante / Recorramos París / Visitemos Suiza o durmamos en Islandia / Todo en una noche de solemne inspiración / Después regresemos / Te mantienes tranquila / Paciente a mis exigencias / Esta noche eres mía, pero no te daré placer / Sólo quiero algo de compañía.

Pasan horas y se terminan los cigarros / Te he contado hasta el último rincón de mi vida / Ahora ya sabes por qué estoy carente de inspiración / Obvio son por una razón.

Veo un rayo de luz atravesar la cortina / Volteo a donde estás y comprendo lo que pasa / Esto ahora es un adiós / Te vas para no regresar / Y aunque pronuncie tu nombre todo será en vano / No importa / No me siento mal en perderte, la muerte ya nos separó.

Eras una melodía y ahora has pasado a una historia / Me pregunto qué te depara mañana / Una pintura quizá o una porcelana.

Te desvaneces y sonrío / He sobrevivido una noche más con todos mis líos / Ahora recuerdos quedan y nada más / Mi mente divaga como nunca jamás.

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Secreto #4

Llevaba ya dos cigarrillos desde la mañana. Sin duda era un día más de trabajo y no esperaba menos. Siempre es igual: Levantarse, vestirse, desayunar, caminar, llegar, fumar; trabajar, descansar, fumar, comer y después volver a fumar ¡Qué vida!

-¿Otra vez fumando?

-Te vale madre.

-¿Es que acaso no te das cuenta el enorme daño que te haces? Y no me vengas con que el cigarro te relaja y todas esas estupideces.

-No lo haré.

-¿Entonces?

-Entonces nada. Son mis pulmones. Yo quiero fumar porque me gusta. No es por verme como una persona mayor (que lo soy), no es por decir que me ayuda a calmar los nervios. No es nada de eso. Simplemente me gusta fumar.

-A veces no entiendo a las mujeres.

-A veces no entiendo a los fumadores pasivos.

Terminado mi cigarro regresé al trabajo y con ello a platicar con los clientes.

-Hola, mi nombre es Mónica.

El cliente que también era mujer y mucho mayor que yo me saludó e inmediatamente comencé a venderle la idea de que ella necesitaba invertir su dinero en nuestro banco.

-¿Si transfiero mi dinero a su empresa que beneficios obtendré?

Aquí es donde me doy cuenta que trabajar durante un par de años en el mismo escritorio me ha enseñado a manejar cualquier tipo de pregunta y por supuesto las objeciones. Al final soy como una maquina más que repite lo mismo diariamente. Pero esta vez fue diferente, la clienta no se notaba convencida.

-¿Conoce nuestras promociones con los nuevos clientes?

-Las conozco- dijo la señora Marmota con una expresión desagradable en el rostro.

-¿Y qué opina de ellas?

-Creo que son interesantes. ¿Me permite un momento?

-Adelante.

La señora Marmota se levantó y se dirigió al buzón de quejas y sugerencias. Escribió una nota y después la depositó. Luego regresó a su lugar.

-Señorita, ha sido usted muy amable. Me ha convencido. Mañana mismo cambiaré mi dinero a este banco.

-No se arrepentirá- le dije mientras me extrañaba su repentina decisión.

-No sería la primera vez- contestó, molesta, mientras me estrechaba la mano y se retiraba del recinto.

Al día siguiente fue tan normal como el día pasado: Levantarse, vestirse, desayunar, caminar, llegar, fumar; trabajar, descansar, fumar, comer y después volver a fumar.

-¿Otra vez con tu pinche cigarro?

-Te vale madre.

-Tienes razón. Pero hoy no soy el único que se queja.

Minutos después el gerente mandó a llamarme a su oficina.

-Hoy en la mañana se revisó el buzón de quejas y sugerencias y encontramos una nota. Dice que Mónica es una excelente licenciada. Despeja todas las dudas y muestra los beneficios de las cosas. El único inconveniente es que apesta a cigarro. Firma una tal señora Marmota.

“¡Ja! Son pendejadas” pensé.

-En resumen Mónica: en esta sucursal se ha prohibido fumar en horarios de trabajo. ¿Tendrás algún problema con esta nueva regla?

Me sentí humillada. Me dieron ganas de gritar y correr pero necesitaba el trabajo. Así que respiré profundamente y me resigné a no volver a fumar durante mis labores.

-No se preocupe Licenciado, modificaré mis hábitos.

-Gracias. Es todo.

Di media vuelta y volví a mi escritorio. ¡Oh sí! Cada día parecía más una prisión.

Llegó el primer cliente y a partir de ahí ya no hubo queja alguna sobre si apestaba a cigarro o algún otro olor extraño.

Luego al final del día me encontré a la señora Marmota saliendo de trabajar.

-Querida, perdón pero ya no pude pasar al banco.

-No se preocupe señora. Además el banco está por cerrar. Vuelva mañana.

-Lo haré, lo haré. Pero dime, ¿acaso te has hecho algo diferente? Te noto algo cambiada. ¡Ya sé! Dejaste de fumar.

-¿Cómo lo supo?

-Porque sugerí en el buzón que dejases de hacerlo para que seas una linda chica sin vicios.

“Te vale madre” pensé.

-¿Y cómo te sientes?

-Pues la verdad no sé. Apenas llevo unas horas sin dejar de fumar.

-Ya verás cómo cambiará tu vida. El cigarro es un mal que debe abatirse.

-Lo sé señora. Gracias por sus comentarios.

-De nada mija. Mañana te veo a primera hora para que me expliques bien lo de las promociones.

-Claro. Chau.

“Pendeja” pensé.

Llegué a casa y encendí un cigarrillo.

¿Te vale madre, no?

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Secreto #2

En uno de esos tantos viajes que hago por el metro de la ciudad de México decidí un día liberar un libro. Ya lo había hecho antes, pero volverlo a hacer me daba una sensación de satisfacción, de que algo estaba haciendo bien. Tal vez no sea mucho, pero aun así es algo que disfruto.

Oscurecía cuando abordé el vagón y me senté en el suelo. Siempre lo hago porque prefiero que una mujer ocupe mi asiento, sobre todo si es un adulto mayor o una embarazada.

Y mientras estaba yo en ese viaje con la esperanza de tener alguna noticia de aquel libro “olvidado” saqué de mi morral uno. Siempre tengo un libro a la mano y ahora le tocó el turno a Lawrence Block y su humor negro entrar en mi imaginación.

Seguro les ha pasado que cuando leen todo a su alrededor se pierde y se trasladan a un mundo irreal, el cual en esos momentos –en lo personal- me hace sentir muy bien ¿Han leído un libro?

Yo olvido mis problemas, mis preocupaciones, mi tristeza y mi felicidad. En ese instante no soy yo; me convierto en un intermediario entre las líneas del libro y mi imaginación. Todo marcha bien. Nada me importa en ese momento y quisiera que sea así por siempre.

Oh, sí, froto la cubierta, huelo las páginas y miro el mapa del metro. Aún faltan muchas estaciones para llegar a mi destino. ¡Excelente! ¡A leer!

No había terminado mi capítulo cuando entró ella. Una jovencita con el cabello sedoso; facciones finas para acariciarla con mis rasposos dedos; un cuerpo envidiable por muchas mujeres –ya ven que les encanta compararse- y esas provocadoras prendas que atraen las miradas de muchos hombres. Sus ojos eran tan negros y perdidos como los de muchos otros ¡Esos ojos, carajo! Penetrantes como los de Lucía.

Entró y caminó frente a mí, contoneándose sutilmente. La vi caminar y sentarse en el lugar que dejé disponible al momento de entrar.

¡Dios mío, sí que es bella!

Ella me miró y yo la vi.

Oh, sí.

Por un instante nuestros ojos se cruzaron y me enamoré en ese pequeño momento. Les juro que comencé a imaginarme cómo serían nuestras vidas estando juntos.

Mi nube de imaginación aceleró y nos vio a ella y a mí disfrutando de la fría noche. Caminando sin rumbo y sin nada que decir. Aburrido para ustedes, emocionante para mí. Ambos sabemos que contamos el uno con el otro y eso es todo lo que se tiene que decir. Las palabras sobran. Llegamos a un parque y nos sentamos en un banco, nos abrazamos y dejamos que nuestros sueños fluyan.

-Quiero ser una gran arquitecta- expresa mientras vemos las estrellas.

-Yo escritor, es lo único que se hacer- le digo mientras disfruto de ese gran y único momento.

Oh, sí.

En otra ocasión habría una discusión.

-Hay momentos en que quiero estallar y no puedo parar de llorar- dice ella mientras sus ojos desbordan lágrimas y su voz entrecortada me pone a pensar que quiere hacerme sentir mal.

-¿Y por qué no lo haces? – respondo burlonamente. A mí no me interesa que una chica se sienta así.

Ella se enojaría y me mandaría al carajo. Pero no importa. Yo la amo, pero me he vuelto una persona fría. Quizás una reconciliación, no lo sé, todo depende si en algún momento ella me amó como yo lo hice.

La nube se esfumó. Regresé al momento de nuestras miradas en ese vagón de tren. Sin darme cuenta me imaginé toda una vida con ella. Lawrence Block y su novela negra no logró engancharme como lo hizo esa linda mujer. Seguí admirándola sigilosamente. Ella no hizo lo mismo conmigo. Perdió el interés al segundo de cruzar nuestras miradas.

Entonces quise estar con ella. Intenté lo que todo hombre debe hacer para llamar la atención de una dama: ignorarla. Ella sabe que es bella y las mujeres suelen enfadarse si no les muestras interés alguno. Tomé mi libro y comencé a leer:

 “Fuimos al Bump Rap, un bar que se encontraba a unos metros de allí. En la gramola sonaba música country. Nos sentamos en los taburetes de la barra mientras Barbara Mandrell cantaba algo sobre el adulterio. Carolyn pidió un martini con vodka y hielo. Yo, una soda con limón. El camarero me miró con aprobación y Carolyn con desaliento…”

 Pasaron 3 páginas y nada sucedía. Ella estaba metida en sus pensamientos. Necesité idear otro plan. Y mientras pensaba en qué otra forma podría actuar el tiempo pasó y ella comenzó a acomodar su bolsa.

¡Diablos!

Pronto se iría del vagón y jamás sabrá que conmigo pudo tener un camino muy diferente al que está recorriendo. Podría ser mejor para ambos.

Me levanté y me le acerqué.

-¿Cómo te llamas?- pregunté.

La manera más fácil de hablar con una mujer.

-¿Para qué quieres saberlo?- respondió incrédula y con cierta desconfianza.

-Es sólo que desde que entraste me llamaste mucho la atención. Tal vez ya has escuchado esto muchas veces, pero eres muy linda. Y lo sé, te debes sentir acosada. Pero sólo quería decirte eso.

 Próxima estación: Cuatro Caminos. Ningún pasajero debe permanecer abordo.

 Una voz femenina avisó por los altavoces del vagón el fin del recorrido. En mis manos descansaba el libro de Lawrence Block, sin páginas leídas. Desde que abordé al vagón sólo había leído un párrafo.

“Otra vez mis alucinaciones” pensé.

Miré el lugar donde la chica ficticia ocupaba mi mente. Jamás existió. Nuevamente dejé volar mi imaginación de circunstancias que espero algún día vivir. Me sentí consternado. Nada sucede en mis viajes. Cerré el libro y lo guardé en mi morral. Salí de la estación y caminé lentamente mirando a mí alrededor. Esperaba que aquella chica de mis sueños apareciera. Nada más pasó.

¡Dios! Ya llevo un mes y no puedo terminar este libro.

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Eppur Si Muove

Y sin embargo se mueve.

Hoy pensé que la vida puede ser solo una y por eso hay que romperla en todo lo que se pueda. No hay tiempo para detenerse a reflexionar. No hay tiempo para las cosas malas. No hay tiempo de arrepentimiento, ni tampoco para solucionar cosas. Es ahora o nunca, te levantas, haces lo que te gusta hacer, disfrutas y duermes para soñar con lo que sucederá al día siguiente.

Esta noche en el concierto me dieron ganas de salir corriendo (como siempre me ha pasado a lo largo de muchos años). Me dije «estoy solo, no tengo a nadie que dependa de mí, es tan triste que puedo hacer lo que quiera». Es tan triste. Mi mejor amiga murió, yo la vi sufrir y fue tan rápido que no pude reflexionarlo -«no hay tiempo para detenerse a reflexionar»-

Todos alrededor mío bailaban y bebían, se besaban, disfrutaban y ahí estaba yo mirándolos. Preocupado por el día siguiente, preocupado por cómo regresaría. Luego me malviajé e imaginé que saliendo de ahí podría morir y no habría más. ¡Pinche día! ¡pinche manera tan pendeja de desaparecer!

Quiero un día entero para dormir. Y dormir significa no saber nada. No implica tener que levantarme a revisar cosas a la computadora o salir a comer algo porque aquí no hay comida. Necesito dormir. Necesito soñar y dejar de pensar en este mundo como si fuese totalmente real. A veces me imagino que tengo una doble vida, ésta en la que estoy sentado escribiendo esta publicación, y la otra, la de los sueños, donde vivo algo totalmente distinto y me hace creer que estar aquí en este momento es un sueño que olvidaré por la mañana al levantarme.

Respiré profundo y seguí pensando cosas, malviajándome. A punto de gritar: ¡échame la culpa! No sería la primera vez, pero ya no puedo. No me gusta sentirme así. Siento que ya se recorrió todo y lo peor de todo es que nos perdimos.

Acepto toda la culpa si tú quieres. No sería la primera vez. Acostumbrado estoy a ser mirado con desprecio, para después buscarme y darse cuenta que no soy así.

En el 2005 cambié muchas cosas, en el 2006 otras más. El 2007 fue un giro y así cada año, hasta ahora, en este momento que seguirán cambiando las cosas y no daré explicaciones, porque como lo dije en un principio:

No hay tiempo para las cosas malas. No hay tiempo de arrepentimiento, ni tampoco para solucionar cosas. Es ahora o nunca, te levantas, haces lo que te gusta hacer, disfrutas y duermes para soñar con lo que sucederá al día siguiente.

Parece que nada sucede, pero pasan muchas cosas. Es lo mágico, y sin embargo se mueve. Buenas noches.Imagen

Un par de días antes tuve la oportunidad de ir a la primera edición del Norte Rock Fest, y escribí una reseña para Radio por Internet. Aquí se las dejo:

El sábado 16 de junio sucedió el primer Norte Rock Fest realizado en el campo de los Pieles Rojas en Lomas Verdes. El cartel se presentaba de la siguiente manera: Marlish, Da Punto Beat, Silverio, IMS, Sussie 4 y Kinky.

Un cartel que llamó la atención a los residentes del norte y que presentaba una oportunidad de disfrutar de grandes bandas sin tener que trasladarse al DF.

¿Funcionó? Es difícil dar un veredicto, puesto que existieron muchos elementos que hizo el festival un tanto extraño.

En primera instancia la llovizna – que a ratos se convertía en lluvia torrencial – no animaba a colocarse frente al único escenario para ver a las bandas. Al ser un campo de futbol americano el lodo hizo de las suyas y dificultaba caminar para trasladarse de un punto a otro.

El precio de los boletos era variado, dependiendo de la sección en la que querías estar (V.I.P., Preferente y General) lo cual a mi punto de vista las más caras te daban acceso a una zona techada para protegerte de la lluvia.

Por otro lado, algo que me gustó fueron los precios razonables para comprar bebidas y comida, algo que, a diferencia de otros festivales, agradeció mi bolsillo.

Respecto a las bandas, todas cumplieron con su cometido de salir a tocar y tratar de animar a los pocos asistentes que preferían estar frente al escenario en medio de la lluvia.

Marlish fue la banda telonera de este festival, un grupo que se está abriendo paso entre la escena musical mexicana y que sirvió para ir calentando los ánimos entre los asistentes para dar paso a las siguientes bandas.

Le siguió el IMS que, sorpresivamente, fueron los segundos en salir (¿problemas de logística o así fue planeado el orden?). En este momento la lluvia arreció, lo cual provocó que gran parte del público se moviera a las orillas del escenario buscando refugiarse. Camilo Lara se dio cuenta y expresó que la lluvia no fuese excusa para ponerse a bailar.

La fiesta se reanudó con Da Punto Beat, que con su mezcla de rock, funk y electrónica puso a varios a bailar. Se nota que esta banda, con más de diez años de existencia, ya tienen un fuerte grupo de seguidores que los acompañan en sus tocadas.

Un gran momento esperado surgió cuando su majestad imperial Silverio salió a dar su controversial show. Abrió con su éxito número uno llamado Yepa Yepa Yepa y a partir de ahí todo fue baile, insultos, sudor, mentadas y un Silverio que a lo largo de su hora que duró su show, fue despojándose de su ropa hasta quedar con una única prenda que tapaba sus genitales, pero que aún así no dudó en enseñar a los asistentes.

Restaban los fuertes de cartel, primero Sussie 4 que con sus bases electrónicas mezcladas con ritmos latinos deleitó al público que respondió positivamente ante el grupo. Después le siguió Kinky, el plato fuerte de la noche y que puso a mover una vez más a los asistentes con sus ya grandes clásicos conocidos.

Kinky fue la banda más ovacionada de la noche y que con su hora y media de duración de su espectáculo dejaron una gran satisfacción. Había dejado de llover y el cielo se mostraba claro.

A pesar de la poca asistencia y el incómodo clima, se pudo disfrutar de una primera edición de este festival. Esperemos que los organizadores se animen a traer más bandas al norte de la ciudad.

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